Abro la
puerta y enciendo las luces. Un espejo se hace lugar entre la pared. Poco a
poco me voy quitando cada una de las prendas que envuelven mi cuerpo, dejando
ver mis imperfecciones y mis defectos que se van dibujando al azar en forma
ovalada y un poco oscura. Se las debía de memorizar…ahora ya no se acordará.
Una vez encendida el agua caliente, me confundo entre el vapor que habita en el
pequeño cuarto. Mi mano se despliega para comprobar si la temperatura esta de
mi agrado. Sí que lo está. Cojo el teléfono de la ducha con suavidad. Primero
me mojo mis piernas, cada gota se mezcla con mi piel, me estremezco y se me
eriza cada pelo de mi cuerpo.
Hago
puntitas para poner el teléfono en su sitio. Me coloco justo debajo de la cascada
de agua. Las gotas me van vistiendo de agua. Vuelvo a cerrarlos. Me siento sola
en medio de una inmensidad de gente que tiene a su pareja al lado, regalándoles
palabras baratas de amor de telenovela, puede que sean mentiras pero son tan
agridulces como el licor. Yo solo quiero ser la razón por la que alguien no
duerma por las noches, quiero ser esa persona imprescindible, quiero ser la musa
de un soneto de amor, de una declaración escrita entre una copa de whisky
barato y un cigarro a medio consumir. Solo quiero ser la que le haga sonreír,
la que le desnuda y pueda ver más allá de la piel, la que con tan solo con un roce
de mi mano le haga vibrar, la que con tan solo un beso le haga estallar en mil pedazos.
Quiero ser la que imaginas cada vez que cierras los ojos, quiero ser el objeto
de tus dudas, enfados, sonrisas. Tan solo quiero ser la que uno se acuerda
cuando pisa la misma calle que alguna vez nos cruzamos.
Abro
los ojos. Mis lágrimas se confunden entre gotas. Las yemas de mis dedos se quedaron como pansas. Tengo frío. Me acerco
al agua que me desnuda de mi piel.
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