dimarts, 22 d’abril del 2014

Sabanas revueltas








Me cuesta levantarme de la cama por las mañanas. Pero hoy es diferente. Mi nariz se abre poco a poco y sin querer tu olor se ha topado con mi olfato. Sin abrir los ojos, solo con mi última imagen, mis manos van recorriéndote suavemente tu espalda, asegurándome que aún estas ahí. No quiero despertarte. Su tez blanca brilla con el primer rayo de luz del sol. Me gusta enredar mis dedos con su pelo negro rizado, juego con ellos pero con cuidado para que no se despierte. Te giras sigilosamente hacia mi, tus ojos cerrados me recuerdan lo mucho que te quiero. Tu brazo, sin querer, se encuentra rozando mi espalda, parece que tu también te quieres asegurar de qué este a tu lado. Dibujas una sonrisa inconsciente en tu bonita cara, tu nariz chata se viste de unas preciosas pecas tímidas que solo aparecen cuando les toca el sol. Estamos desnudos, evocando una evidencia de lo que paso la noche anterior. Unas velas, comida italiana, aire fresco todo adornado con una tela de romanticismo. Unas risas, palabras sin sentido, caricias escondidas debajo de la mesa, unos besos sin pudor en medio de la calle deshabitada. Parecíamos dos tontos ingenuos, jóvenes sin preocupaciones, nos hacíamos reír, soñar que alguna vez llegaríamos a la vejez juntos. Cogimos la moto bajo los efectos del amor, el aire jugaba con mi pelo, mis manos te rodeaban tu vientre, dando una seguridad imaginaria. Subimos las escaleras sin querer, sin parar de besarnos y mirarnos. Queríamos celebrar aquella velada con nuestros juegos de besos, besos dulces, respirándonos sin echar en falta el aire del exterior. Te respondo con una carcajada de felicidad. Abres los ojos poco a poco. Me besas con cuidado y me llamas princesa. Me miras como si fuera tu primera vez, creo que haces fotografías mentales por si alguna vez no estuviese a tu lado.  Sonríes, otra vez. Saltas de la cama como si algo urgente te llamase. Coges un lápiz de la mesa y una hoja perdida de tus estanterías. Te sientas en tu vieja silla, levantas una ceja y escondes tu cara tras el papel, solo veo tus ojos negros observando cada detalle de mi cuerpo. Sin entenderlo, te pones a dibujarme. Nunca me lo dejaste ver. Pero por tu última epístola sé que aún está colgada en tu habitación.
Ahora tan solo son recuerdos que olvidar.


dilluns, 21 d’abril del 2014

A flor de piel

Abro la puerta y enciendo las luces. Un espejo se hace lugar entre la pared. Poco a poco me voy quitando cada una de las prendas que envuelven mi cuerpo, dejando ver mis imperfecciones y mis defectos que se van dibujando al azar en forma ovalada y un poco oscura. Se las debía de memorizar…ahora ya no se acordará. Una vez encendida el agua caliente, me confundo entre el vapor que habita en el pequeño cuarto. Mi mano se despliega para comprobar si la temperatura esta de mi agrado. Sí que lo está. Cojo el teléfono de la ducha con suavidad. Primero me mojo mis piernas, cada gota se mezcla con mi piel, me estremezco y se me eriza cada pelo de mi cuerpo. 

Cierro los ojos y confundo las caricias de un desconocido que va subiendo despacito las yemas de sus dedos recorriendo todas mis partes más escondidas, con el agua caliente de la ducha.
Hago puntitas para poner el teléfono en su sitio. Me coloco justo debajo de la cascada de agua. Las gotas me van vistiendo de agua. Vuelvo a cerrarlos. Me siento sola en medio de una inmensidad de gente que tiene a su pareja al lado, regalándoles palabras baratas de amor de telenovela, puede que sean mentiras pero son tan agridulces como el licor. Yo solo quiero ser la razón por la que alguien no duerma por las noches, quiero ser esa persona imprescindible, quiero ser la musa de un soneto de amor, de una declaración escrita entre una copa de whisky barato y un cigarro a medio consumir. Solo quiero ser la que le haga sonreír, la que le desnuda y pueda ver más allá de la piel, la que con tan solo con un roce de mi mano le haga vibrar, la que con tan solo un beso le haga estallar en mil pedazos. Quiero ser la que imaginas cada vez que cierras los ojos, quiero ser el objeto de tus dudas, enfados, sonrisas. Tan solo quiero ser la que uno se acuerda cuando pisa la misma calle que alguna vez nos cruzamos.


Abro los ojos. Mis lágrimas se confunden entre gotas. Las yemas de mis dedos se quedaron como pansas. Tengo frío. Me acerco al agua que me desnuda de mi piel.