“No sé
si aguantaré mucho tiempo más, ni si nadie podrá leer mi historia. Lo cierto es
que he rescatado este triste papel de la papelera y he encontrado las restas de
un lápiz entre las mesas de un bar.
He
vivido durante años en un país donde la política no desempeñaba un papel
importante, la gente paseaba por las calles como marionetas programadas y los
niños jugaban con palos. Pero desde hace unos años todo eso ha cambiado. La
gente se esconde dentro de sus casas y los niños ya no tienen palos entre sus
manos, ahora tienen consolas, ordenadores, tabletas, móviles etc. Ya nadie ríe
ni llora, ya nadie se comunica oralmente, nadie tiene coraje de transmitir sus
ideas. Todo el mundo calla, oye y ve. Aunque, como siempre, hay personas que se
salen de la norma pero tales personajes son engañados y manipulados con
distracciones baratas, como partidos de futbol, campañas de políticos que se
apropian de las ideologías de la gente, aplicaciones para el móvil, canciones
con letras sin sentido etc. Si con esto no es suficiente los jóvenes se
interesan más por tener el último modelo d’iphone, por ir de compras tras las
últimas modas que han impuesto unos señores, por modelar su cuerpo siguiendo un
modelo impuesto por la sociedad…Les interesa más saber la vida de personajes
vergonzosos, que no tienen estudios ni un coeficiente intelectual aceptable, que
informarse sobre lo que está pasando a su alrededor. Viven sumisos a una
sociedad corrupta, mientras ellos cumplen a rajatabla las normas, los políticos juegan a
recortar su futuro, su educación, su sanidad… Nadie es capaz de levantarse, salir
a luchar, decir “BASTA, YA ESTOY HARTO”. Son como niños, mientras les des lo
que quieren no dicen nada, solo hay que mantenerlos contentos pero cuidado, hay
que darles lo que piden si tales exigencias no les hagan reflexionar sobre la
sociedad.
Ayer
mientras iba caminando hacía la universidad, vi pasar a un conjunto de señores
con traje que miraban con desprecio las consecuencias de su trabajo, los pobres
que habitaban en los cajeros, los que mendigaban, los que perdían su orgullo
cuando buscaban entre los contenedores un trozo de comida para hacer callar su
estomago hambriento. No pude contener mi rabia i me fui corriendo a un piso que
tenía una organización clandestina. Me inscribí, solo quería luchar,
reivindicar nuestros derechos, salir a la calle…
Pasó una
hora, dos… y de repente se escucho un golpe, era la policía. Sin poder hacer
nada nos ataron y nos amenazaron de muerte si de nuestras bocas saliera una
palabra. Obedecimos.
Nos
llevaron a un sitio frío y espeluznante. Lo primero que hicieron fue raparnos
las cabezas, después con extrema violencia nos quitaron la ropa y nos hicieron
poner unos monos anaranjados. Desconcertados, nos llevaron cada uno a una
celda.
No me
daban de comer, solo me interrogaban repetidas veces hasta que llegó un día que
vaciaron mi cabeza, me quitaron mis ideas y sin darme cuenta me impusieron las
suyas. Como un niño que se ha comportado mal, después de recibir mi castigo por
desobedecer, me dejaron a la calle, justo delante de mi antiguo piso. No me
atrevo a hablar. Solo espero que el tiempo me consume y me convierta en polvo,
porque será entonces cuando sea libre.”